Vale aclarar que la diferencia sólo se da entre los clientes masculinos.
Todos ellos se sentaron solos en los establecimientos elegidos, especializados en frutos del mar.
Los investigadores les pidieron a once camareras de esos restaurantes que cada día se vistieran con una camiseta diferente. Las empleadas no sabían de antemano el objetivo del experimento. Se les solicitó que atendieran a los clientes como de costumbre y que no usaran maquillaje ni joyas.
Seguramente sin ser conscientes de ello, los comensales hombres les dieron entre el 15% y el 26% más a las camareras vestidas de rojo que a las que vestían otros colores.
Sin embargo, las clientas mujeres no hicieron diferencia y les dieron propinas similares a todas, sin importar el color de su vestimenta.
El estudio fue publicado en la revista de investigaciones sobre hostelería y turismo Journal of Hospitality & Tourism Research.
El color del deseo
Como señalan en el artículo sus autores, Nicolas Guéguen, profesor de comportamiento social, y Céline Jacob, profesora de márketing, ambos de la Universidad de Bretaña del Sur, estudios previos ya afirmaban que los hombres les dan mejores propinas a las camareras con pechos más grandes, a las rubias, a las que usan maquillaje y a las que llevan adornos en la cabeza.
También, dice el artículo, ya había evidencias de que por la connotación sexual de ese color las mujeres vestidas de rojo atraen más a los hombres, que las consideran más deseables.
Incluso otro experimento llevado a cabo por uno de los investigadores, Guéguen, halló que las mujeres que hacen autostop vestidas de rojo logran más rápido que un hombre se detenga y las levante. El color, una vez más, no les influía a las conductoras mujeres.
Los investigadores escribieron: «Como el color rojo no tiene ningún efecto negativo en las clientas mujeres, a las camareras podría serles útiles llevar ropa de color rojo en el trabajo».