La más importante de las cosas que no son importantes, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

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Huaral Pe

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La explosión de alegría colectiva causada anoche por la victoria de la selección peruana de fútbol pone en evidencia el deseo natural de pertenecer a una comunidad de méritos, sacrificios y realizaciones. Se trata de los colores de nuestra bandera, de nuestro himno nacional y de una tradición que remonta a fines del siglo XIX. Es difícil imaginar otra circunstancia que pueda movilizar en las calles tanta gente en busca espontánea de compartir la satisfacción de haber ganado. Las manifestaciones son también la celebración de un puesto que nos llevará a disputar un sitio en la elite del fútbol mundial, que a fin de año celebrará en Qatar una nueva edición del campeonato mundial de fútbol. Ciudades de todas las regiones del país han reportado festejos en lugares emblemáticos, de la misma manera que en todos los continentes: los países europeos, los africanos, los árabes, los asiáticos y los de Oceanía han sido capturados por la pasión organizada que es el fútbol.

Pese a sus zonas de sombra, la FIFA goza de una autoridad entre los países afiliados, probablemente mayor que la de cualquier otra organización internacional. La FIFA por ejemplo decidió excluir a Rusia del campeonato mundial para sancionar la agresión militar contra otro país miembro, Ucrania. Aunque el fútbol convoca multitudes enfervorecidas, su práctica requiere el respeto inapelable de reglas y autoridades. Quizás esa es la razón de su éxito mundial: ser expresión de la humanización del antagonismo, de la exclusión de la violencia y de la exaltación de la potencia del cuerpo y de la disciplina colectiva. Pese a la gravedad de nuestra crisis política, a las amenazas que se ciernen sobre nuestra economía y a la complejidad de nuestros problemas judiciales, el fútbol confirma ser “la más importante de las cosas que no son importantes”.

Las cosas como son

Huaral Pe